domingo, 29 de mayo de 2011

Bengalas: Los mismos discos

A Marta ya se le pasó el enojo por el post en el que hablábamos de León Gieco como músico mercantilista y hasta sacó el casette de la radio de la cocina, pero la historia no es del todo feliz. Lo hizo después de que en la tele anunciaran que había muerto Miguel Ramírez, el joven de 31 años al que lo quemó una bengala en el último recital de La Renga.


Marta tiene una especie de reacción en simultaneo con la TV, por ejemplo, de adolescente cuando ella veía un informe sobre peleas en boliches, yo no salía, si ve Cuestión de Peso ese día en casa no se come y cuando el sábado pasado me levanté a eso de las 2 de la tarde y ella, que en ese momento no me hablaba, en lugar de decirme vago y vividor me abrazó y me dio un beso, supe que algo había pasado.

Voy a recitales desde los 16, en plazas, bares, centros de fomento, culturales, livings, estadios y otras ciudades, pero al de
La Renga en La Plata no fui, sin embargo sé que podría haber ido y Marta también lo sabe.

Si este va a ser un blog de Rock, hay temas que no pueden evitarse, este es un compromiso, hay que hacerse cargo, bueno, este es uno de esos temas. Esperé de mucha gente una opinión al respecto que nunca llegó, escuché al periodista Sergio Marchi en Duro de Domar, leí una carta del Indio Solari pidiendo no llevar bengalas a sus recitales, La Renga dejó en su página web una placa negra, suspendieron fechas y dijeron que necesitaban reflexionar, no mucho más, mejor dicho sí, muchísimo más, pero no de gente que me interesara escuchar.


No quiero hablar en este post sobre la futbolización del rock, ni de que “esto en los 80´s no pasaba”, que la sociedad Argentina está cada vez más violenta o que el rock & roll ya no es lo que era. De eso estoy cansado. Quizás sea un error mi reduccionismo, pero ese tipo de discusiones, que abundan en los medios, me hacen sentir que se divaga en un delirio filosófico donde se simula que se habla de todo, cuando en realidad no se habla de nada. Se desvanecen los hechos, los personajes y todo se vuelve abstracto, todos opinan y en lugar de acercarnos a la cuestión, pareciera que nada hubiera sido real. Pero fue verdad y hay un muerto: Miguel Ramírez y un detenido: Iván Fontán. Y mientras la televisión, el Twitter, los noticieros, los que saben, los que no saben, los que opinan siempre, los que no opinan nunca, hablaban, tomaban posición y exprimían hasta la última gota del muerto, yo no podía dejar de pensar en el vivo.

A varios abogados se los vio en las últimas semanas explicando la diferencia entre “dolo” y “culpa” y hubo que explicarla porque irónicamente el “Homicidio Culposo” termina respondiendo a la carátula por la que se mata sin haber querido matar. De derecho no sé mucho, pero definitivamente la métrica de las ley no ayuda al autoestima.

Mientras el mundo de los medios giraba en torno a la muerte de Miguel, yo pensaba que en algún lugar debía estar Iván, recientemente devenido en homicida, hundiéndose en su propio infierno, siendo despedazado por mil partes por quienes hasta hace un días eran sus referentes, sus ídolos, su círculo más íntimo sacándole el tema entre mates allá en Ingeniero White, consultándole por lo que había pasado con el pibe de la bengala, porque él había estado en el recital de La Plata, “¿no viste nada?”, periodistas, fans, todos opinando, todos odiándolo, todos tratándolo de asesino y de cagón.


Ahí estaba, habiéndose mandado la cagada de su vida, una cagada que pudo haberle pasado a cualquiera, porque todos nos equivocamos. Mientras Ramírez empeoraba en el hospital, yo lo imaginaba a Fontán rezando por no ser la segunda víctima de esa bengala de mierda, porque convengamos que si la primera fue Miguel, la segunda fue Iván. Si el primero vivía, el segundo iba a ser culpable, pero no asesino, ¿cómo le decís a tu vieja que sos un asesino? Que mataste a alguien, alguien que podrías haber sido vos, tu hermano, tu novia, tu mejor amigo, alguien que era papá, que escuchaba tus mismos discos.

No es cuestión de comparar infiernos, nada le devuelve a Miguel a su familia, ni le saca el veneno de las venas a Iván, que está detenido por homicidio simple con dolo eventual en La Plata, desde donde escribió una carta que mandó a la revista Rolling Stone, donde dice no saber si merece ser perdonado, donde no intenta dar explicaciones, donde él mismo está en su contra. Y mientras se ve convertido en algo que nunca imaginó, en las redes sociales, en los foros, hacen grupos en su contra pidiendo que lo maten, como si no les alcanzara con que se hubiese hecho cargo, como si también fuese necesario arruinarle la vida, como si en todo esto no pudiese haber más que víctimas, como si la bengala siguiera quemando desde esa noche en que el angel se hizo diablo.

1 comentario:

  1. Hola! La opinión que siempre he tenido sobre este tema, aunque ahora esté "trillada" es que es un problema cultural, de "futbolizacion" del rock. La gente quiere tener más protagonismo que el artista, y ahí siempre va a haber potenciales problemas. Los Beatles dejaron de tocar por tanto "pandemonio" como ellos dijeron. Es un tema complejo, y es muy dificil (de mi parte) defender o justificar la postura de estas bandas que arengan a "sus" bandas.
    Te mando un gran saludo! Marcelo

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